Cambiar las llantas no suele estar en el top de prioridades cuando pensamos en el mantenimiento de un carro. Sin embargo, dejar pasar este detalle puede ser más costoso —y riesgoso— de lo que parece. ¿El problema? Muchos conductores esperan a que las llantas “se vean desgastadas” o “ya no agarren igual”, cuando lo cierto es que hay señales claras y medibles que nos pueden advertir a tiempo.
En este artículo te comparto lo que he aprendido —como conductor y redactor— sobre cuándo es realmente momento de hacer ese cambio, y por qué hacerlo a tiempo puede marcar la diferencia entre manejar tranquilo o poner en juego tu seguridad (y tu bolsillo).
No todo está en el dibujo (pero sí mucho)
Uno de los principales indicadores para saber si una llanta necesita reemplazo es la profundidad de la banda de rodamiento. En Colombia, el mínimo legal es de 1,6 mm. Pero esperar a llegar a ese punto puede ser arriesgado. De hecho, expertos como AAA recomiendan cambiar las llantas cuando alcanzan los 3 mm, ya que desde ahí el frenado en suelo mojado se vuelve más largo y menos seguro.
Hay métodos muy simples para medir esto: desde usar un medidor específico, hasta la conocida técnica de la moneda. El punto clave es entender que una llanta puede parecer en buen estado, pero si su dibujo está por debajo del nivel recomendado, ya no ofrece el agarre que debería.
El desgaste habla (y a veces grita)
No todos los desgastes son iguales. Si una llanta se está comiendo más por un lado que por otro, o si muestra bordes irregulares o con textura de “sierra”, algo anda mal. A veces es alineación, a veces es presión, otras puede ser la suspensión. Ignorar estos detalles no solo acorta la vida útil de las llantas: compromete la estabilidad del vehículo.
Y si notas que el carro vibra más de lo normal en carretera, podría ser señal de desbalanceo… o peor, de daños internos. No hay que esperar a un reventón para reaccionar.
La edad también importa
Una llanta, aunque no se use mucho, se deteriora con el tiempo. La mayoría de fabricantes recomiendan cambiarla después de cinco o seis años, independientemente del estado del dibujo. ¿Por qué? Porque el caucho se endurece, pierde flexibilidad y se vuelve más propenso a fallar.
En muchos vehículos de uso ocasional o con kilometrajes bajos, este detalle pasa desapercibido. Pero la degradación del material es inevitable y silenciosa. Revisar la fecha de fabricación (impresa en el costado de la llanta) debería ser parte de tu rutina básica.
Los números también cuentan
En condiciones normales, una llanta debería durar entre 40.000 y 60.000 kilómetros. Pero si conduces en ciudad con muchos huecos, cargas peso o no haces rotación, esa vida útil puede reducirse a la mitad. Algunos autos, como los eléctricos o SUV pesados, también consumen llanta más rápido por el torque o el peso.
Por eso, no basta con “verlas bien”. Cada carro y cada conductor tienen su propio ritmo de desgaste. Llevar un registro de kilometraje entre cambios es una forma simple de anticiparte.
Un cambio a tiempo puede evitar un accidente
Revisar regularmente el estado de las llantas —al menos una vez al mes o cada 5.000 km— debería ser tan común como verificar el aceite. Y si vas a viajar, es obligatorio.
Lo digo porque, con frecuencia, damos por hecho que “si el carro anda, todo está bien”. Pero las llantas son el único punto de contacto entre el vehículo y el suelo. Ignorarlas puede costarte más que dinero.
Y si vas a vender tu carro…
Un juego de llantas en buen estado puede aumentar el valor percibido de tu vehículo. Muchos compradores lo asocian con cuidado y buen mantenimiento general. Si estás considerando vender, renovar las llantas o mostrar su estado con fotos claras puede ayudarte a destacar frente a otros anuncios.
En espacios como La Guía Vehículos, donde la competencia es alta y el comprador compara en segundos, ese tipo de detalles hacen que tu publicación sobresalga.
Cuidar las llantas no es un lujo, es una forma de conducir mejor
Cambiar las llantas a tiempo no solo evita multas o imprevistos mecánicos: te da seguridad, estabilidad y confianza al volante. No se trata de gastar antes de tiempo, sino de saber cuándo toca. Escuchar los ruidos, ver los desgastes, prestar atención a los kilómetros recorridos… todo habla.
Porque a veces, el mejor seguro no está en la póliza, sino en lo que ruedas cada día. Y si sabes cuándo actuar, manejar deja de ser solo moverse: se vuelve una experiencia mucho más tranquila, segura y duradera.